Y cedes...
Todo, absolutamente TODO queda en el olvido.
Cansado. Desganado. Desilusionado.
Te dejas caer hacia atrás, hacia la nieve.
Y mientras te absorbe esa puta lágrima recorre tu mejilla marcando a fuego lo que es ni más ni menos que otra derrota.
Pero sin sangre. Sin heridas.
Simplemente te cansaste.